Lunes otra vez y de vuelta a la oficina
las alegrías crujen de tanto silencio
de tanta almidonada nostalgia
cuando la tarde se hace encierro.
Los relojes le tienden una emboscada a la semana
e hipotecan la tregua del café de la tarde.
No hay caso, los lunes son de espanto
y la memoria se inventa estratagemas
para hacernos creer que transcurre
aunque sigue detenido
en el filo de la taza.
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