Los miércoles se empozan en la piel
como bocas de lluvia sedientas de hojas y tierra
revuelta.
Son un puño cerrado y los ojos abiertos
cenizas de un lunes que arde
contra la espesura del domingo y su tacto de trueno.
El miércoles es amasijo de tiempo y pendientes
casi mitad de la nada
contramitad, contrahecho, contratodo.
El miércoles aturde cuando llega la tarde y sé que no llamarás.
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